Constantemente
me he preguntado ¿Cómo es que aún me
empeño en escribir?, con franqueza es
algo irónico porque cuando menos quiero es cuando más brotan las palabras, y
cuando más quisiera no logro ni medio
párrafo de nada. Casi siempre he escrito de mi o para mí, siempre a mi criterio
o conveniencia según la situación, siempre exteriorizando lo que con tanto
recelo mis labios no proclaman pero que mis manos ambicionan plasmar. He
documentado sobre cualquier amorío en el cual me haya o no aventurado, hasta me
he incursionado horas enteras en mi imaginación para idear historias con las
que absurda o casualmente otros se han identificado, aun cuando tontamente
asegure que ningún individuo común podría en realidad haberlas vivido, pero que
ahora resultan tener un o una excéntrica
protagonista que no acostumbro a conocer...
Odio
admitirlo pero aún hay más de ignorante en mí que de erudito, aun cuando me la
he pasado un considerable tiempo sumergido entre letras sigo perteneciendo a
ese tumulto de personas que buscan “el por qué y para que de la vida”, sino que
quizás he canjeado ese memorable silencio por “susurros impresos en el viento”...
Aun a mis treinta años sigo sentándome en la mismo piso de baldosa pulcra, esa
que está justo debajo de la mecedora de madera de nogal ubicada en el
mismo achacoso balcón donde solía sentarse
mi abuela por horas a regocijarme
con sus escalofriantes leyendas urbanas, sino que ahora estoy solo yo, pensando y pensando… observando la nada y
viendo como frente a mis ojos pasa mi vida, y sin casi parpadear como hipnotizado
me dedico a componer mis memorias, a aprisionarlas en mi espacio, a dejarlas
revolotear fuera de la razón…
¿Alguna
vez le han sido infiel a su persona más
amada?, evidentemente no creo estar solo en esto, o ser exclusivamente yo quien
solo ha estafado un corazón o quebrantado la confianza de quien ama y de
quien lo ama. Habrá varios o varias de mi misma calaña, que en lugar de sangre nos corre roña por las venas... somos “los infieles” que hacen el daño, y aquellos a los que amamos los
denominamos sin procurarlo “los infelices” que reciben dicho daño. Tal vez
estén o no arrepentidos (como yo), tiempo después o al instante (como yo hasta
ahora), pero a favor de la “mala suerte”
nada es justificable ante el dolor, en verdad no hay ni habrá excusa que
auxilie la pena o al menos eso pienso siendo hoy el victimario, no sé ustedes
lo que piensen y siendo honesto, no me interesa. Si ella se atreviera al menos a
hacerme algo así o parecido, ¿la verdad?, ya sabiéndolo, aunque lo intente una
y mil veces, aun que quiera ahogarme en alcohol hasta el punto de olvidar mi nombre, aunque quisiera esfumarme
del planeta, aunque quisiera asesinarla brutalmente junto con su amante,
obviamente nada de eso pasaría sin perjudicarme
a mí mismo, y aunque extrañamente pasara, no cambiaría el hecho de
que me amaron alguna vez aun cuando me engañaron.
Tan simple fue encontrar placer sexual en
ella, ¿Cómo no hacerlo?, ¿Cómo desaprovechar ese impulso repentino?, ¿Cómo
rechazarla sin herirla o sin parecer un cretino sin talento?
Parece
una rosa… por fuera, es tan, pero tan esplendida… y por dentro solo vida y
calma…
Y
su piel, es la causa por la que muchos hombres desvarían, y dan vueltas en sus
camas de orilla a orilla cada noche, embriagados de angustia porque piensan
tanto en ella que mientras sean conscientes de que viven sin rozarle o siquiera olerla, no
van a conciliar el sueño. Y mientras tanto yo, cada vez que me obliga a
acariciarla siento como cada uno de sus poros
se abren y absorben gota a gota mi pasión desenfrenada, siento como sus espinas
desgarran mis dedos que paulatinamente se resbalan por su piel que parece seda,
como sus pétalos caen en vaivén al suelo rodeando su contorno prestándose para
cobijar nuestros cuerpos desnudos en la suave danza de cumplir sus deseos…
Y
cuando la miro, y cuando me mira… Por más que lo intente no puedo liberarme de
ella, de su mirada, de esos ojos pardos de constante fulgor rebelde que reflejan todo lo que quise alguna vez y jamás tuve,
que ferozmente contaminan mi lealtad, que aturden mi razón, que adormecen mis
criterios y estimulan mis más bajos deseos… ¡Ay Dios!, líbrame de este peso, de
esta cruz que sobre alma descansa… ¡Es tan perfecta!, tan irremediablemente humana, tan mía, tan de
mí…
Pero…
lo que me tiene desbastado no es solo su cuerpo desnudo sobre mí, ni la manera
como agita sus caderas sobre mi pelvis, ni siquiera como besa y cuenta cada
lunar de mi cuerpo, pierde dicha cuenta y comienza de nuevo… sino más bien la manera tan peculiar con que
me seduce, como me fotografia mientras duermo, como prepara el desayuno aun cuando
no sabe cómo hacerlo, como lee y comprende todo escribo aun cuando no sea para
ella, como el susurro de su voz hace que me hierba la sangre en un edén de amor…
¿Por
qué eres así? (le pregunte algunas veces), ¿Por qué te apasiona mis ganas por
ti? (le pregunte cientos de veces), ¿Por qué quieres adueñarte de mis ojos? (le
pregunté miles de veces), ¿Por qué me manipulas? (le pregunte millones de
veces), ¿Acaso no ves que no puedo engañarla? (se lo pregunto solo esta vez).
En verdad, no quisiera lastimarla, ni defraudarla ni ganarme su ausencia, no
puedo pagarle con penas su amor por mí… A ella, quien me ha dado más que su
vida, un hogar, una familia, unas hijas por quienes desafiar la dureza de la
vida y a quienes amo más que a nadie…
¿Por
qué me tocas? (le pregunte la primera vez), ¿Por qué me acaricias? (le pregunte
la segunda vez), ¿Por qué me besas con tal antojo que siento que pisoteas mi
deseo de ser le fiel? (le pregunto todos los días a la misma hora en la misma
cama con la misma incertidumbre). ¡Por Dios!, que ya no me mire así, que se
aléjate de mí, que no permita que me adueñe de su cuerpo, que no acceda a
enamorarse o enamorarme porque nada cambiara, aun después de eso seguiré siendo
esposo, padre, amante e infiel…
Que
no se ponga en mi contra, que confiese de una vez por todas, ¿Qué busca en mí?,
¿qué quiere de mí?, que deje de hacerlo, que deje de hundirnos en un mar de lágrimas,
que me juzgue como hombre porque su piel me ha hecho cobarde…
¿Qué
estas haciendo?, ¡Oye!, te estoy hablando (le grite hoy y lo escucho desde mis
piernas), no me beses más la mejilla, no
te burles más de mí, y deja de jugar con mi cabello (le dije petrificado con su
lengua en mi entrepierna)…
¿Por
qué continua acariciándome?, Y… ¿Que pretende?, ¿Qué la haga mía ya siéndolo?,
¿Qué le penetre el alma con mi cuerpo? Entonces eso haré, me enredare entre sus
sábanas, le haré el amor como nunca antes a otra mujer, la hartare de mí, y me
amara más de lo que hubiese deseado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario